Doña Rosa va y viene por entre las mesas del
café, tropezando a los clientes con su tremendo trasero. Doña Rosa dice con
frecuencia "leñe" y "nos ha merengao". Para doña Rosa, el
mundo es un Café, y alrededor de su Café, todo lo demás. Hay quien dice que a
doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas
empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña
Rosa no hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata por nada de este mundo.
Ni con primavera ni sin ella. A doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus
arrobas, sin más ni más, por entre las mesas... Doña Rosa tiene la cara llena
de manchas, parece que está siempre mudando la piel como un lagarto. Cuando
está pensativa, se distrae y se saca virutas de la cara, largas a veces como
tiras de serpentinas. Después vuelve a la realidad y se pasea otra vez, para
arriba y para abajo, sonriendo a los clientes, a los que odia en el fondo, con
sus dientecillos renegridos, llenos de basura.
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