Es
muy célebre el primer párrafo de Platero y yo:
Platero
es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón,
que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual
dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia
tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo
llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece
que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...
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